En un ecosistema de medusas cósmicas
los colores se descomponen en millones de
percepciones viables a la luz esporádica.
La vida sobrepone el vacío de lo perfecto e
incluye la inmortalidad de esta.
La emanación fluorescente tácita del pensamiento
representa los pulgares oponibles en la
historia del fuego griego.
Y nos vemos sumergidos en un mar de fantasías
físicas y humos trascendentales
donde el sueño debajo de la almohada
se hace verídico.
Hay que seguir la espontaneidad propia
en la olla de almizcle.
Aunque el ecosistema no lo quiera así.
Hay que seguir nuestro verdadero ser
aunque ese no sea nuestro norte.
Y aun las corrientes marinas cambian su curso,
eso depende de hacia adonde queramos que fluyan...
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